Submitted on 06 Septiembre 2013
La cadena industrial/Las redes campesinas
No sabemos que existen sistemas de alimentación que no conocemos. Hace cincuenta años, durante el Primer Congreso Mundial sobre Alimentación en junio de 1963, se declaraba en la ONU: “Tenemos los medios y la capacidad para erradicar el hambre y la pobreza de la faz de la Tierra en nuestro tiempo de vida – sólo falta tener la voluntad.” Esas palabras han sido el mantra de cada conferencia sobre alimentación desde entonces. Pese a ello, los gobiernos tienen aún grandes vacíos en la información que manejan sobre producción y consumo de alimentos, lo que fue dolorosamente evidente en 2007, cuando los gobiernos no reconocieron que se avecinaba una enorme crisis de alimentos. Cincuenta años después, a los formuladores de políticas aún les falta explicar porqué los gobiernos no disponen ni los medios, ni la capacidad ni la voluntad para terminar con el hambre.
Los que toman decisiones –y mucha otra gente– ni siquiera saben que existen importantes sistemas alimentarios que no conocen. No lo saben, en primer lugar, porque se han pasado la mitad del siglo sin cuestionar el modelo occidental de producción, procesamiento y consumo de alimentos (lo que llamamos “cadena industrial” en esta publicación). Prácticamente todo lo que se ha pensado sobre seguridad alimentaria en las últimas décadas se basa en esa premisa. En segundo lugar, nos hemos vuelto dependientes de las limitadas estadísticas e interpretaciones que presentan las empresas de agronegocios. Pero incluso para imponer sólo su versión de los hechos cada vez hay menos información accesible al público sobre la realidad de los mercados y el reparto de los mismos. El Grupo ETC comenzó a monitorear lo que hacen las empresas de agronegocios desde finales de los 70’s. Con el paso de los años, tanto las compañías como los analistas de la industria se han vuelto cada vez más herméticos. Esto se debe en parte a que el número de analistas se ha ido reduciendo al mismo ritmo vertiginoso que se consolidan monopolios cada vez mayores. Como resultado, los formuladores de políticas aceptan que el aumento del consumo de carne y lácteos, la obesidad y la necesidad de fertilizantes y agroquímicos son realidades incontrovertibles. Las demandas de los clientes que pagan son sacrosantas, las demandas de quienes sufren hambre son negociables. Esperamos que este documento promueva un debate sobre lo que sabemos y lo que suponemos de la cadena industrial de producción de alimentos.